jueves, 13 de agosto de 2015

El Síndrome del Cuerpo Inquieto.



Dice un médico "cercano a la familia" que lo que tengo es el Síndrome de las piernas inquietas, algo que te impide dormir tranquilamente porque te pasas la noche con ellas para fuera, para dentro...un no parar, pero yo estoy comenzando a pensar que lo que en realidad tengo es el Síndrome del cuerpo inquieto.
¿Qué organismo con algo dentro, que no sea arena, está tranquilo cuando todos los días nos levantamos casi con la certeza de que alguna mujer será asesinada, despojada de su familia o molida a palos?
Esta guerra no la hemos iniciado nosotras, no somos las culpables por querer trabajar, estudiar o pedir que nos reconozcan los mismos derechos que a ellos (como algunos pretender hacer creer). Tampoco de exigir respeto, libertad, educación, una vida digna, un clítoris íntegro, que nos ignoren las religiones o al menos no nos tengan tanto en su pensamiento y dejen de ponernos metros y metros de tela encima hasta enterrarnos.


En esta guerra las víctimas siempre caen en el mismo bando, no hay reglas a respetar y por supuesto no hay negociaciones ni presidentes que pidan una tregua.
Por eso, más que una guerra es un exterminio, se llama Feminicidio; matarnos por ser mujeres, por haber nacido con unos genitales o unas hormonas diferentes.
Yo he soñado en numerosas ocasiones que un día despertaba y los hombres habían ocupado nuestros cuerpos y nosotras los suyos, observar las caras de impotencia e incredulidad ante el panorama que se les ofrecía por delante, el miedo en los ojos de todo un ejército de Boko-Haram tapados de la cabeza a los pies y embarazados de sus secuestradoras. La mirada de los asesinos que han terminado con sus familias colocada en los ojos de esa madre o mujer, en los de las dos amigas que aparecieron ayer antes de ser quemadas...
Pero es solo un sueño, un mal sueño, una manera de desahogar la rabia, el dolor, la injusticia y la impotencia de ser mujer en este mundo.

 
 

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