lunes, 23 de julio de 2012

La malformación de Gallardón



Si hay algo éticamente inaceptable y con lo que es muy difícil convivir es la circunstancia de una familia humilde (ejemplo aplicable a muchas otras circunstancias) que se encuentra con una hija o hijo dependiente; con algún tipo de malformación.
¡Ya está bien! ¡Que una no pueda estar tranquila ni en vacaciones! Ando a medias, tecnológicamente hablando, es tiempo para desconectar; amig@s, familia... para lo que me dé la gana. ¡PUES NO!. Resulta que cuando llego a casa, tarde, después de un día familiar entrañable aparece el malnacido de Gallardón y me lo arruina todo.
Yo no puedo hacer una reflexión éticamente irreprobable, pero sí me considero capacitada para realizarla sobre la vida del día a día
Si hay algo que no soporto son esas personas que salen en los medios de comunicación dando ejemplos dignificantes del cuidado a dependientes (tanto mayores, cómo menores ) y escuchándolas intuimos a esas cuidadoras, enfermeras, fisioterapeuticas...etc  que se pueden permitir en su domicilio para que a sus adorables familiares no les falte de nada. ¡Así cualquiera!
Me quedo mucho más a gusto diciendo que creo sinceramente que Gallardón es un malnacido. Una persona pública política que tanto presume de ética no puede provocar que todas aquellas mujeres que por las circunstancias que sean conciben un feto con malformaciones (no olvidemos los factores genéticos) tengan que renunciar a una parte importante de su vida, sus recursos o quizás hasta su trabajo para poder afrontar la situación con la que se encuentran. Sin contar con la parte emocional y de responsabilidad que en la mayoría de los casos recae sobre nosotras.
Sin embargo, he llegado a la conclusión de que Gallardón lo hace pensando en su propia subsistencia, la de su especie ; tocada de una malformación, no sé si congénita o adquirida, pero totalmente dañina y lesiva para la sociedad.
Cualquier mujer advertida de ella haría lo posible para evitar el sufrimiento que causaría a todas las de su género.
¡Suerte tiene de que no hace muchos años que se puede realizar!
Ahora, desahogada, voy a seguir con la bendita rutina vacacional.


jueves, 12 de julio de 2012

ESTA NOCHE HA DORMIDO DEMASIADO BIEN


Esta noche ha dormido bien, perfectamente, sin nada que le haya preocupado lo suficiente para dar alguna vuelta más de las habituales. Y eso es precisamente lo que hace que se sienta tan mal.
¿Será verdad lo que le dijo aquel compañero de trabajo? Que a ella tampoco le importaba lo que les sucediera cuando volvieran a su casa, porque  si no se las llevaría a la suya o tomaría otras medidas.
No es verdad, sabe que no es verdad, o al menos es de lo que intenta convencerse a sí misma.
Se considera una defensora acérrima de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, feminista y activista en esta causa. Pero lo de ayer noche la ha dejado descolocada.
Era la primera vez. Profesionalmente, ha podido intuir esa humillación que llevan algunas mujeres en la mirada, las que hace tanto tiempo que han dejado de levantarla  del suelo que cuando acuden a un centro sanitario es porque ya no pueden con el cuerpo tampoco.
Pero esto era diferente; una mujer  joven, una hija de veintipocos y un marido y padre empeñado en anularlas hasta ese punto.
Iban entrando de uno en uno a la consulta del médico, con  los tres a la vez había sido imposible enterarse de algo, y ella aprovechaba los tiempos de espera para enterarse de la situación. Escuchó muchas injusticias, desprecios… e intuyó otras tantas. Sobre todo cuando le tocó pasar a él y quedaron a solas con ella.
Fueron estas dos  frases las que no ha podido olvidar: –Casi me vistió para que viniera, está convencido de que estoy loca y necesito tratamiento- y - A la niña no la deja abandonar a su pareja, porque según él es muy trabajador y se entienden perfectamente (ellos dos), aunque no la saca de casa desde octubre (esta bellísima pareja) -
Quería gritar, llamarle de todo lo que se le pasaba por la cabeza a él. Y a ellas, que lo mandaran a paseo; que no aguantaran aquello ni un segundo más.
Pero lo hizo a medias, comedida, pensando muy bien las consecuencias de lo que decía. Era una profesional y sabía que todo tenía un proceso. Las conocía desde hace muchos años, y no sabía si eso ayudaba o dificultaba. A él también. Las ideas preconcebidas no nos hacen nada bien en muchas ocasiones, perdemos la objetividad y el sentido crítico.
Sin embargo, en este caso lo tenía claro. Él era un ser abominable, bebía, sí, pero a estas alturas ya no colaba.  Sabía que no funcionaba así, los violentos lo son con y sin alcohol.
Habló entre líneas, como ellas, dio a entender que existían recursos a su alcance para salir de aquella situación, tenían que tenerlo claro y dar el paso…el más difícil. Hasta ahí pudo llegar, ellas no hablaban de necesidades sino de rutinas, de odios y de una vida desgraciada a la que se habían acostumbrado con estrategias que le permitían liberarse de esta opresión a su manera. Pensaban que controlaban la situación y escuchó la más común de todas las justificaciones “por los hijos”.
Nada más, no pudo conseguir nada más o tal vez no tuvo la decisión para hacerlo. No lo tenía claro y sigue sin tenerlo. ¿Cuál es le método? Por ganas hubiera gritado a aquel energúmeno lo que pensaba. El loco era él, un demente y machista  que trataba a “sus” mujeres como objetos a su servicio, para sus intereses, en todos los aspectos. Y a ellas ¡que se fueran!, mejor ¡que lo echaran! La casa era de la familia de ella. Que se vieran lo jóvenes y guapas que eran para dejar que nadie le dijera lo contrario, con muchas posibilidades en la vida. Todas menos la que tenían presente.
Pero no se atrevió.
Las vio marchar rápidamente, ellas dos en un coche y él en otro. Con la cabeza alta, demostrando que se podían arreglar perfectamente sin él, pero también sin los recursos de aquel centro sanitario.
Habló con sus compañeros, tenían puntos de vista diferentes ¡Y tanto! Para ellos no había nada claro, ella no parecía estar bien psíquicamente y la hija no tenía aspecto de estar preocupada por nada. Y ¿qué mas da? Argumentaba ella, nada justificaba la situación que tenían delante. ¿Qué situación? Le preguntaban, no han hablado de violencia ni de necesidades de ningún tipo.
Es cierto, no han hablado de ellas, pero sabe que existen. Lo intuye y lo percibe, en realidad desde el día que lo conoció pensó que podía existir esa posibilidad. Y ahora se han marchado así, sin hacer nada más.
“No podemos solucionar los problemas familiares de todo el mundo, las personas deben de saber hacerlo por si mismas” “Mi conciencia está tranquila, he hecho lo que tenía que hacer, no han manifestado ninguna necesidad, y si les pasa algo no me voy a sentir culpable de nada. Y tú tampoco, sino habrías hecho algo más. ¿Qué vas a hacer un domingo a las once de la noche? ¿Llevarlas a tú casa? Yo voy a dormir tranquilo”.
Y ella también durmió tranquila, de un tirón. Aunque cuando a la mañana siguiente las volvió a ver de nuevo en otra consulta con su médica de familia sintió una especie de alivio de alguna zona adormilada de su interior.




domingo, 1 de julio de 2012

Una colcha de verano


Sentada en una silla baja, de madera, con las patas redondas y aquel asiento de mimbre cruzado, al que añadían el cojín de ganchillo con tantas vueltas de colores diferentes como restos de ovillos le quedaban a su madre cuando los renovaba, pasaba las tardes de verano de cinco a siete aproximadamente.

Estaba en la calle, a la puerta de casa, como se hacía en los pueblos. Desde que bajaba la fuerza del sol y se podía respirar  hasta que llegaba la hora de ir a regar a la huerta. Hacían falta dos personas por lo menos, una para “echar” el agua y otra para avisar cuando llegaba al final del suco y cambiar, eso le decía siempre su madre cuando protestaba porque no quería ir.
No le gustaba ninguna de las dos cosas, pero al menos cuando hacía punto de cruz en la calle, miraba hacía la pared y nadie podía ver su cara. Estaba en otro lugar, cualquiera en el que las niñas no tuvieran que hacer una colcha cómo la que  había hecho su madre y así tener dos iguales; una para cada hermano.

         No recuerda cuantas veces tuvo que deshacer y hacer los mismos ramos de flores, cada vez que contaba las cruces que empezaban en otro color y no coincidían con las que traía entre manos. “Hacer y deshacer todo es aprender”, le decían siempre. Pero en realidad hacía maravillas, teniendo en cuenta que algunas veces estaba con Tom Sawyer y Huckleberry Finn buscando tesoros o espiando en los cementerios. Otras con Los Cinco merendando aquellos dulces con nombres tan raros que tenían la suerte de comer en todas las aventuras – era muy golosa- o incluso recuperando el oro de los sudistas de una de aquella novelas de Marcial Lafuente Estefanía que escondía su padre en la mesilla de noche..

Aquella colcha debió de durar unos seis o siete veranos. Cuando volvía a casa, su madre le recordaba que ella ya no veía lo suficiente para terminarla aunque quisiera y era una pena con lo que ya llevaba hecho no acabarla de una vez.

Y vuelta a empezar; la misma silla, el mismo cojín y la misma impotencia al escuchar las bicicletas de las niñas de fuera cuando subían a la piscina o simplemente se reunían para pasar las tardes del verano.

Ellas eran las de fuera, las que no tenían nada que hacer, pero en el pueblo la vida era diferente.

Para ella, lo único diferente eran los libros que iban pasando por su mente; Ana Frank, El quijote, La celestina...Lo demás eran las mismas puntadas, los mismos hilos y las mismas flores, restando poco a poco horas a la vida, horas a la colcha.