viernes, 21 de diciembre de 2018

Yendo a la fuente


YENDO A LA FUENTE
Llegó a la aldea al anochecer, justo cuando las mozas del pueblo volvían de la fuente. Las vio correr y reír, cantar y hasta contarse algún que otro secreto al oído lejos de la vigilancia familiar que tanto asfixiaba en aquella época. Observó cómo se alejaban en grupos, todas, menos aquella morena que parecía tener algún problema en los pies por su forma de caminar.
Decidió que sería ella.
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El invierno estaba siendo muy duro, la nieve y el hielo cubrían los tejados de las casas y las calles desde hacía más de un mes. Una nieve que se acumulaba a ambos lados, creando un muro de diferentes tonos por los que iba deslizando los dedos a medida que descendía calle abajo; le gustaba imaginar que eran las capas de una gran tarta a la que podía arañar a su antojo los sabores que más le apetecían.
Tenía los pies y las manos cubiertas de sabañones, como casi todas las muchachas del pueblo, y aunque sentía el dolor debajo de las madreñas al roce con los escarpines, eso no le impedía bajar corriendo por la calle principal de la aldea hasta la fuente y volver a casa con el agua que su madre necesitaba para la cena y el aseo mínimo del resto de la familia.
Aquella noche regresaba algo más tarde de lo habitual y subía sola; el jolgorio de hacía un rato había dado paso al silencio y la oscuridad.
Comenzó a tener la sensación de que alguien la estaba observando y quería llegar cuanto antes a casa, aceleró el paso, pero la cuesta y el caldero sobre la cabeza no le daban mucho margen. Aunque no veía a nadie notaba su presencia, en algún rincón o esquina la estaban observando. Deseaba gritar y no podía, no le salía ni una palabra y las piernas dejaron de moverse, quedó paralizada como aquella estatua de sal de la que hablaba el cura del pueblo; una mujer convertida en sal por curiosa, por mirar hacia atrás ¿Cómo se llamaba? (pretendía encontrar la manera de que pasara el tiempo y recuperar el control de su cuerpo) Tenía un nombre bonito, eso si lo recordaba, no era Anxelina ,Anuxa , Bernalda, Nicolasa, Valentina, Xosefa o Ximena como las amigas suyas…
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Hoy hacía quince años y parecía ayer; había conseguido cumplir su palabra y guardar el secreto durante todo este tiempo.
Supo salir del paso aquella noche cuando su madre le preguntó por el retraso y le enseñó los pies ¡hasta la dejaron descansar durante los siguientes días!
Recuerda que no logró dormir en toda la noche pensando en lo que le había pasado, no alcanzaba a entenderlo. Aún le resonaban con toda claridad las últimas palabras que le había dicho aquella mujer “No te preocupes, algún día te enterarás y lo comprenderás, guárdala como te he dicho”. Y así lo hizo.
Durante los días siguientes comenzaron a llegar los rumores, las mujeres mayores intentaban evitarla hablando a sus espaldas o en su ausencia. Pero algo le decía que aquello era importante.
Poco a poco fue atando cabos, parecía que había desaparecido una mujer importante, de una familia de dinero, justo el día de su boda.
Se rumoreaba que era de la casa de los Cosmen de Leitariegos y se iba a casar con uno de los Campomanes descendientes de Tineo y que el día de la boda cuando fueron a su habitación había desaparecido sin dejar rastro ni huella sobre su destino.
Rememora los que fueron los peores días de su vida.
Oía que la madre y las hermanas estaban desesperadas y que el padre, a punto de volverse loco, seguía viajando y rastreando toda la comarca sin parar en su búsqueda.
Quería gritar y decirles lo que sabía para servirles de consuelo. Pero no podía.
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Se sentó en un pupitre de la primera fila, a estas horas el aula estaba vacía.
Era la MAESTRA y había conseguido su sueño gracias a ELLA.
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Quince años atrás.
Cuando se acercó aquella mujer, sintió como se le relajaba todo el cuerpo y las piernas volvían a tener movimiento. Era muy guapa y vestía con ropa cara.
Sonrió y le dijo:
-Tienes cara de ser una niña lista, no te preocupes, no te voy a hacer daño. Quiero que guardes esta caja con el anillo que va dentro, son muy valiosos, pero no podrás hacer nada con ellos hasta que pasen unos años. Utilízalos para lo que necesites, piensa en algo importante que no podrías hacer de otra forma, quizás en estudiar, su importe te ayudará de forma muy sustancial. Pero a cambio, no dirás nunca a nadie nada de este encuentro ni de este anillo. Escucharás cosas sobre mí, no te preocupes, nunca he estado tan segura y tranquila con lo que estoy haciendo como ahora. Marcho lejos porque no quiero que nadie organice mi vida, no deseo que me encuentren ni que vuelvan a saber de mí. Lucha por salir, por ser una mujer independiente y no dejes que nadie dirija ni disponga lo que tienes que hacer. Aunque ahora te resulte extraño lo entenderás con el tiempo.
Y abrazándola desapareció.
FIN


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