Araceli estuvo
esperando a que sonaran los pasos en la escalera, Loli era tan poco discreta
que siempre que llegaba se enteraba nada más cerrar la puerta de la calle. Los
golpes de las botas en los escalones iban indicándole cuanto quedaba hasta el
tercero. Escuchó el portazo de su piso y decidió dejar un pequeño margen para
que se pusiera cómoda.
Pensó, recordó
y ensayó en voz alta el diálogo que tenía preparado con las alternativas que podían ocurrir. No quería que la dejara sin argumentos. Uno, dos, tres…
¡allá va!
Tocó el timbre
y nada más hacerlo sintió que la boca se le quedaba como si hubiera comido
medio kilo de bacalao, pedía agua urgentemente. Pero aguantó, ¡meca!, Loli
debía de estar en la ducha. ¡Parecía tonta! ¿Acaso no estaba acostumbrada a oír
el agua en el baño a los cinco minutos de entrar ella en casa? ¡Cuantas pestes le había echado sin llegar a decirle nunca nada! A Loli no le importaban ni la hora ni los ruidos, era
una acción rutinaria que cumplía fielmente.
Cuando apareció detrás de la puerta confirmó sus
reflexiones, el olor a gel afrutado, de esos que parecen manzanas ( y que no soporta) ,le llegó desde
el baño. Loli vestía un chándal rosa, la melena recogida y zapatillas de felpa
naranja, con una Hello Kity en cada una.
Loli es de
estatura normal, con una guapa melena castaña clara, buen cuerpo y estilo para
vestir cuando la economía se lo permite, que no es muy a menudo. Nunca se han
tratado demasiado a pesar de que las puertas de sus pisos están una al lado de
la otra, aun así, conoce lo suficiente sobre ella: Tiene una media jubilación
por un problema cardiaco grave sucedido hace unos años y ahora trabaja en una tienda de ropa cara
porque la dueña obtiene beneficios debido a
su minusvalía. Así de dura y real.
La miró con
cara de sorpresa, sonrisa con apertura melón en su boca y la frente relajada.
En todos los años que llevaban de vecinas debía de ser la segunda o tercera vez
que llamaba a su casa; le preguntó qué quería
sin invitarla a pasar.
Y Araceli
empezó tímidamente uniendo las letras, despacio, para formar las palabras
adecuadas, observando su reacción y siguiendo su memorizado discurso. A medida
que cogía confianza lo que salían ya no eran palabras, sino frases a una velocidad y claridad que le
sorprendieron a ella misma. Cuando acabó se sentía como cuando era pequeña y le
confesaba un secreto a su madre. Muchas
veces sabía que tendría un castigo pero era mejor eso que vivir con aquella
angustia dentro. ¡Por fin, hecho!
Estaba tan ensimismada que no se había dado cuenta de la cara de
Loli; era un cuadro, pero de verdad. En ese momento idéntica al Caballero de la
mano en el pecho del Greco; la cara larga, los ojos caídos que parecía que de
repente se habían introducido en las cuencas producto de una vergüenza
inconfesable y la mano en el pecho, que era lo que más le preocupaba. Temía que
le fuera a dar algún infarto por su
culpa y entonces menudo arreglo habría preparado.
Y lo peor era
que no hablaba, ni media palabra. Sin previo aviso empezaron a caer unas
enormes lágrimas por su cara, fueron unos instantes, no duraron más. Se
recompuso, cambió hasta el color de sus mejillas y con una altivez que la dejó
fuera de juego le dijo que se metiera en su casa y se ocupara de sus asuntos.
Sin darle tiempo a decir palabra le cerró la puerta en las narices de manera
que sonó en todo el edificio un enorme zambombazo, eso la hizo reaccionar.
Antes de que
nadie la viera se metió en su casa y todo aquel sentimiento de trabajo bien hecho y tarea cumplida se transformaron
en dudas, miedo y una rabia que la
encendía. Pero ¿esta tía que es lo que quiere? ¿Aparecer llena de golpes o tal
vez algo peor? Pues mira, problema de ella, es lo que se merece. ¡Por imbécil!
Encima de que se había atrevido a dar el paso sin que ella se lo hubiera pedido,
la trataba así. ¡Era una orgullosa y una prepotente que no quería reconocer que
necesitaba ayuda! Y así continuó relatando un rato.
Al
final consiguió relajarse un poco y se sentó a pensar qué hacía ahora. Unos
instantes antes lo tenía muy claro pero en este momento... dudaba de todo.